Recientemente mientras cocinaba junto a mi esposa, escuché a mis hijos hablando sobre una noticia de actualidad. Ellos comentaban que habían visto una noticia en donde había muchas personas esperando para comprar taquillas para el concierto de un artista famoso. Nos muestran el video donde una periodista hizo la observación que algunas personas habían acampado 48 horas antes de que abrieran la boletería. Al mismo tiempo la cámara de enfoca a la multitud y observo que a pesar de que la mayoría de las personas aparentaban estar entre las edades de 20 a 30 años, pero había personas de todas las edades.
Dentro del marco de esta realidad le comento a mi esposa en voz alta que por nada en el mundo sacrificaría tanto tiempo y esfuerzo para conseguir unas taquillas para un concierto. Mis hijos me miran con un gesto que interpreté como: “papá se está poniendo viejo”, a lo que sonreí con complicidad, pero en ese momento no dije nada más.
A los pocos minutos estábamos sentados en la mesa del comedor almorzando, cosa que me gustaría que ocurriera con mayor frecuencia. Hablamos de varios temas. Aunque no les puedo negar que muchas de las contestaciones de mis hijos eran monosílabas (sí, no), situación que es más común en su etapa de desarrollo, pues la adolescencia es preciosa. Hablamos sobre la temporada de baloncesto de mi hija, las actividades extracurriculares de mi hijo, ellos hicieron preguntas sobre la convivencia de pareja, exploramos sobre mal de amores y muchos otros temas.
Al terminar cada uno ayudó a limpiar y recoger el área. De ahí cada uno de mis hijos se fua a sus respectivos cuartos, tuve un espacio de silencio junto a mi esposa y reflexionamos sobre todo lo ocurrido. En ese momento ambos estuvimos de acuerdo en lo mucho que disfrutamos lo cotidiano. Esos pequeños actos de convivencia que ayudan a la conexión con tus seres queridos. Cosas como cocinar y comer en familia, sentarnos a tomar el café en las mañanas, leer un libro uno al lado del otro o meditar unos minutos en las mañanas. También el disfrutar los cambios que están teniendo mis hijos mientras comienzan a navegar la adolescencia. En fin, actos sencillos que para nosotros fomentan la quietud y la paz. Actos que la modernidad y la tecnología han convertido en cosas cada vez menos frecuentes. Tecnología que supuestamente fue diseñada para unirnos, pero que al final del día nos aleja de la esencia humana.
Quizás e otra etapa de mi vida hubiera hecho la fila para comprar los boletos, pero en estos momentos de mi vida atesoro otras cosas que, para mí, son más valiosas. ¿Cuándo fue la última vez que te sentaste unos minutos en silencio a disfrutar el café por la mañana? ¿Cuándo fue la última vez que verdaderamente te sentaste a cenar con tus seres queridos y conectaste profundamente con ellos? Los invito a tomar unos minutos cada día a disfrutar de actos “mundanos” de lo cotidiano, así descubrirás el gran valor que estos actos pueden aportar a tu vida.