¡Ni una menos!
Es temprano en la mañana. Manejo la rutina diaria. Una de las primeras cosas del día es despertar a los niños para el comienzo de las clases. Soy padre de dos, una niña de 10 años y un niño de 8. Hoy me toca despertar primero a mi hija. Amo a mi hija, los amo a los dos. Miro su rostro con la morriña matutina. La dulzura se apodera de mi mirada, a pesar de su mal humor al abrir los ojos y su protesta por haberla despertado. En esta etapa, mi niña comienza a presentar los cambios de la pubertad. A mi mente llegan muchos recuerdos. Cuando la vi por primera vez, cuando dormía en mi pecho, cuando dio los primeros pasos, en fin, podría escribir un libro de todos esos momentos.
De repente regreso a la realidad de este sueño astral sobre lo que siento por ella. Sé que probablemente enfrente unos retos muy distintos a mi hijo. Veo las noticias, recientemente dominadas por episodios de actos violentos contra varias mujeres. Me da temor, no lo niego, también mucha frustración y molestia. Deseo que todo cambie.
Como muchos padres, quiero que mis hijos tengan igualdad de oportunidades. ¿Qué puedo hacer para que mi hija esté lo mejor preparada para enfrentar estas realidades? ¿Podrá enfrentarse a este mundo lleno de misoginia y sexismo? ¿Por qué mi hija debe enfrentarse a estos retos en pleno siglo 21? Desafortunadamente aún nuestra sociedad tiene mucho espacio para mejorar.
Hay muchas cosas de las cuales no tengo control, eso lo entiendo. La sociedad necesita cambiar, y mucho, para frenar estos actos violentos. Requiere compromiso del gobierno, instituciones, organizaciones y cada uno de nosotros como ciudadanos de este país. Requiere que seamos conscientes de que todos somos iguales y debemos tener garantizadas las oportunidades básicas sin importar nuestro género. Así nuestras hijas e hijos progresen en el área académica, laboral y personal; con igualdad de oportunidades y con el derecho inalienable a vivir.
A diario trabajo por esto en mi núcleo. Me enfoco en enseñarle a mis hijos que son iguales. Que ambos tienen que aprender a ser independientes, justos y luchadores. No hay distinción, no hay diferencias. Los oriento a ser juiciosos, a tener cautela con desconocidos y que tomen las mejores decisiones posibles. Le recalco a diarios que confíen en sí mismos, que su cuerpo es un templo, que tienen que protegerlo y cuidarlo. Les enseño que se quieran, que se respeten, que aprendan a decir que no, que busquen su felicidad.
No es fácil enfrentarse a esta realidad. Creo que podemos hacer cambios y lograr un ambiente seguro para todos y todas. Les invito a que cada uno aporte su grano de arena para terminar con esta pesadilla que afecta a tantas mujeres. Detengamos aquí el discrimen, la misoginia y la violencia. Todos nacemos para vivir en paz, luchar por nuestro futuro y alcanzar nuestras metas. ¡Ni una menos!
Autor: Dr. Mario R. González Torres MD, Psiquiatra
