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Una noticia inesperada

Una noticia inesperada

            Recibí una noticia inesperada. Me tomó por sorpresa. La relación médico-paciente es una compleja, y en muchas ocasiones, un vínculo fuerte. Sentí que me cayó encima un balde de agua fría. Sentí mucho dolor. 

            La escuela de medicina te enseña muchas cosas. Aprendemos bioquímica, anatomía, patología y farmacología. Otras cosas, la aprendemos en el camino. La mayoría de los médicos chocamos con los aspectos administrativos de llevar una oficina, nuestras contrataciones con los planes médicos, manejar empleados, en fin, mil y un retos en esta profesión que adoro. 

            En nuestro entrenamiento como médico se habla mucho de cómo se debe manejar la relación con nuestros pacientes, pero la verdadera escuela, como en tantas cosas en la vida, está en la interacción diaria con ellos. No recuerdo clase que nos prepare para este reto tan importante a la hora de proveer servicios de salud.

            Llegar a la oficina de un psiquiatra no es fácil para muchas personas. Eso, en mi opinión, a causa de los estigmas que aún plagan los trastornos de salud mental. Muchas personas lo piensan una y otra vez antes de llamar para solicitar esa cita. En ocasiones meses y años, a pesar de que han sido referidos varias veces por profesionales de la salud, amigos o familiares.

            El pisar la oficina por primera vez es un evento que puede causar ansiedad. Muchos pacientes se preguntan; ¿Cómo será el psiquiatra? ¿Y la sala de espera? ¿Me tratará bien el personal administrativo? ¿Estará la oficina llena de gente?  Y ni hablar de la cantidad de documentos y firmas que hay que dar para completar el expediente clínico, y así cumplir con las regulaciones gubernamentales. 

            En esa primera evaluación somos desconocidos. Intento crear un ambiente cómodo y de apertura. Un ambiente libre de juicio, de sostén, garantizando la confidencialidad. Esa es la única forma que se desarrolla la confianza que lleva a que el paciente comparta información valiosa, pero, en muchas ocasiones, información muy dolorosa. 

            La naturaleza de mi trabajo como psiquiatra me lleva a conocer los secretos, miedos y luchas de cada paciente. En los momentos difíciles, se habla de cosas que nunca han compartido con otros seres humanos, secretos escondidos por años, miedos irracionales que no se pueden controlar, y luchas eternas por sentirse mejor. Nos adentramos en las cosas mas profundas de un ser humano. Es algo que tomo en serio, y, tomo todas las medidas para que el espacio sea un ambiente seguro, libre de juicio y reclamos; mi único fin es ayudar. 

            En los momentos buenos hablamos sobre logros, sueños y metas por cumplir. Hay historias de victoria contra la depresión y la ansiedad. Conozco a su familia, a pesar de que en ocasiones no los he visto en persona. Se siente muy bien cuando te dicen que siguieron tus recomendaciones para manejar una situación difícil y que obtuvieron buenos resultados. Conoces las historias de sus vidas. Todo; lo bueno y lo malo. Una conexión difícil de explicar con palabras.

            Es común que piense en mis pacientes. Me preocupo cuando no asisten a su cita o perdemos comunicación por periodos prolongados de tiempo.  Me preocupo cuando están pasando por un momento difícil y no sabes cómo lo está manejando. Se siente un gran alivio cuando te das cuenta de que todo esta mejor. También se siente una gran angustia cuando es la otra cara de la moneda.

            La relación medico-paciente va cambiando con el tiempo. En el mejor de los casos de desconocidos a confidentes. Aprecio a mis pacientes y me duele su sufrimiento. Por eso, cuando recibo noticias negativas, siento dolor. Y no hay nada malo en sentirlo.  Es una señal de que es una relación importante, y, que mantengo la sensibilidad y empatía que debe definir mi profesión, y a todo ser humano. 

Autor: Dr. Mario R. González Torres MD

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