Encaminados hacia una mejor salud mental
En Puerto Rico hay una emergencia de salud mental. La misma se ha desarrollado a través de los años y está exacerbada por los efectos de la pandemia. Podemos identificar eventos como el huracán María y los terremotos de enero del 2020 como factores que han aportado a esta emergencia. A la misma vez no debemos perder de vista las dificultades socioeconómicas que están presentes en Puerto Rico desde la década de los 90, probablemente desde antes.
La salud mental es importante. Cada vez estamos más conscientes de este hecho. A través de los años se han dado grandes pasos para normalizar la conversación sobre la salud mental. Vemos cómo, de generación en generación, estamos mas cómodos hablando sobre ansiedad, depresión y otros retos. A pesar de esto, continuamos batallando contra el estigma y el prejuicio.
Por años se han vinculado los trastornos de salud mental con debilidad, hasta deficiencia de carácter. Esto interfiere con aceptar nuestras vulnerabilidades y que tardemos en buscar la ayuda profesional necesaria, donde podemos recibir apoyo esencial para sobrellevar lo que sentimos. Muchas personas esperan meses y hasta años antes de dar el paso en aceptar y buscar esta ayuda. Perpetuando así el sufrimiento y dificultades en las distintas áreas de su vida. A veces recurriendo a consejos superficiales en redes sociales y otros medios, los cuales pueden dar un alivio temporero pero no una guía clara de cómo lograr el cambio duradero.
Al evaluar las necesidades de nuestros paciente tomamos en consideración varios aspectos. Preguntamos sobre conflictos sociales que pueden estar afectando la persona (conflictos de pareja, conflictos familiares, de trabajo, dificultades económicas y otros), aspectos psicológicos (patrones de cómo la persona maneja las distintas situaciones del diario vivir) y causas biológicas(herencia, el efecto de los nuerotransmisores y otras condiciones de salud) de los trastornos de salud mental. Esta información nos ayuda a tener una visión amplia de las posibles causas del conflicto y las necesidades de cada persona.
El proceso de recuperación puede ser uno complejo y toma tiempo. Desearía que fuera tan sencillo como oprimir un botón que elimine todas esas preocupaciones y vivir libre de angustia. Pero esto no es real. Dominar las herramientas que fomentan una mejor salud mental toma tiempo, práctica y esfuerzo.
Me gustaría aclarar, que para lograr una buena salud mental no tenemos que evitar el sentir emociones que no nos agradan. En ocasiones nos enfocamos en buscar formas de no experimentar emociones tales como angustia, preocupación, tristeza, ansiedad, y frustración. A pesar de que a nadie le gustaría sentir estas emociones, son emociones normales, y en algún momento todos las vamos a tenerlas. Por lo tanto el enfoque debe ser distinto. El enfoque debe ser el trabajar para lograr manejar estas emociones de una forma adaptativa.
Dar el primer paso hacia la recuperación a veces es difícil. Luchamos con los estigmas y prejuicios de la sociedad. Se nos ha enseñado qué padecer de ansiedad y depresión (o cualquier otro trastorno de salud mental) es una debilidad, que debemos reprimir esas emociones. Pero si aceptamos lo que sentimos y que el recibir ayuda profesional nos acerca a apoderarnos de estas emociones, es un paso de gran importancia. No es que repentinamente se van a resolver todos nuestros problemas sintiendo felicidad absoluta. Es que vamos a enfrentarnos a muchas situaciones y recuerdos que probablemente sean dolorosos. Pero al enfrentarlos y manejarlos, lograremos que nos causen menos dolor, a la misma vez, que no interfieran con nuestras situaciones del diario vivir. Usualmente todo mejora.
En ocasiones nuestras recomendaciones parecen ser “simples”. Le digo a mis pacientes, “hagan actividad física, tengan una alimentación saludable, lleva un diario, busca tiempo para tu auto-cuidado”. He recibido miradas de sorpresa por los “sencillo” y generalizado de estas recomendaciones. Todo tiene un propósito. Al principio conviene enfocarnos en pasos que aparentan ser “pequeños”. A pesar de los percibimos simples o sencillos, muchas veces se nos hace difícil ser consistente. Si logramos consistencia con estas primeras recomendaciones, aumentamos la probabilidad de fortalecernos, para enfrentarnos a conflictos profundos que perpetúan lo que sentimos.
En otras instancias es necesario utilizar medicinas para sentirnos mejor y eso no es una debilidad. Las medicinas nos ayudan a manejar cualquier deficit de neuro-transmisores en el cerebro, déficits que causan síntomas como ansiedad o depresión. Una de las metas del tratamiento farmacológico es ayudarnos a sentirnos mejor, así, podemos llevar a cabo las recomendaciones, logrando cambios en nuestro estilo de vida.
Para la mayoría de los pacientes las medicinas son una ayuda por un tiempo limitado y puede acelerar el proceso de la recuperación. Estoy claro que las medicinas no resuelven muchas cosas. Algunos conflictos hay que trabajarlos con psicoterapia, aunque usualmente la combinación de tratamiento psiquiátrico con el psicológico da el máximo beneficio.
Puede que una persona no esté lista para recibir ayuda profesional. Hay múltiples razones para esto. Pero, lo que todos podemos hacer es comenzar con los cambios en nuestro estilo de vida. Vivir de una forma saludable, sacando tiempo para nuestro auto-cuidado. Cultivando nuevas rutinas, aceptando y expresando lo que sentimos. Entonces, cuando estemos listos para buscar y recibir esa ayuda, trabajemos para sentirnos mejor. Para aprender a manejar lo que sentimos y estar listos para cuando regresen esas emociones o esos recuerdos que no deseamos. De esta forma continuar nuestra travesía en la vida, con una mejor salud mental.
